La necrópolis paleocristiana de Tarragona es uno de los cementerios tardoromanos (siglos III-V dC) más conocidos y mejor conservados del Imperio Romano. Su visita nos adentra en el sugerente mundo de la muerte (y también de la vida) de hace unos 1.500 años en Tarraco. Esta necrópolis se originó, casi con total seguridad, a partir de los entierros del obispo mártir Sant Fructuoso y de sus diáconos, quemados en la arena del anfiteatro de Tarraco el año 259 dC. La construcción de una basílica en recuerdo de los mártires cristianos del siglo V marcó el momento de máximo esplendor de este cementerio, redescubierto hace menos de cien años. Los restos de la necrópolis y su centro de interpretación nos ayudan a comprender la creencias, rituales, ceremonias y costumbres en relación con la muerte en la época romana.