Ha sucedido en muchas regiones de montaña y Catalunya no es una excepción: las carreteras llegaron a los valles pirenaicos mucho después que al resto del territorio. Su escarpada orografía siempre los mantuvo un poco al margen, lo que acentuó unas particularidades sociales y culturales que han llegado hasta nuestros días. En la provincia de Lleida hay varios museos interesantes para conocer ese acervo cultural, como el Espai Raier, en La Pobla de Segur, dedicado a los antiguos sistemas de transporte fluvial de la madera por el río Noguera Pallaresa. Esterri d’Àneu es el centro vertebrador de los Ecomuseus a les Valls d’Àneu, una nueva concepción museística que nos acerca al estilo de vida del Pallars de principios de siglo a través de una serie de actividades participativas. En Vilamòs se puede visitar el Museo de Joanchiquet, una casa tradicional de los siglos XVII-XIX que recrea la vida en la Val d’Aran de esa época.
En Boí, Taüll, Erill la Vall, Barruera, Durro, El Pont de Suert, Llesp, Casós, Vilaller y Senet, en la comarca de la Alta Ribagorça; Arties y Les, en la Val d’Aran; Isil y Alins, en el Pallars Sobirà, y La Pobla de Segur, en el Pallars Jussà, tienen lugar las fallas del Pirineo catalán, una tradición festiva reconocida como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO. Durante unos días concretos en torno al solsticio de verano, variando según cada población, se celebra esta fiesta en la que uno queda embelesado por las fallas, unos troncos encendidos que bajan de las montañas a hombros de los jóvenes de la zona para llegar al pueblo, donde se enciende una hoguera al son de música y danzas tradicionales.