Desde tiempos inmemoriales, el aceite es la esencia de la gastronomía catalana, en Cataluña hay olivos con más de mil años de vida que todavía producen aceite. En los últimos años, la oleicultura ha seguido los pasos del mundo vinícola con una clara apuesta por la alta calidad y procesos más respetuosos con el medio ambiente. La excelencia de las cinco denominaciones de origen protegidas de aceite de oliva virgen extra de Cataluña —Baix Ebre – Montsià, Empordà, Les Garrigues, Siurana y Terra Alta— ya no depende únicamente de la variedad arbequina: becaruda, vera, palomar, morruda o farga son algunas de las variedades que han contribuido al resurgimiento del sector y con las que podemos recorrer la geografía catalana, de la alta montaña al olivar que mira al mar; de la dureza de El Baix Ebre, El Montsià y La Terra Alta a la frondosidad de Les Garrigues y la belleza de L’Urgell; de los bancales recuperados de El Montseny a la épica del valle del Cardener; del reducto campesino del Vallès a las laderas de Collserola y los márgenes de El Priorat. A este nuevo impulso se ha unido una atractiva y amplia oferta de oleoturismo que permite, además de conocer el simbolismo de los olivos en el mundo clásico, aprender a diferenciar las particularidades de cada variedad, visitar castillos medievales rodeados de olivos, recorrer los campos en bicicleta, relajarse con una sesión de oleoterapia o contemplar las estrellas bajo estos imponentes árboles.