Hubo un tiempo en que rudas y sabias manos se encargaban de las construcciones rurales, encajando una piedra con otra con maestría, estudiando pesos y medidas porque no se utilizaba ninguna clase de material de unión. Las barracas de piedra seca servían para que el payés se resguardara de la lluvia y guardara las herramientas y el ganado. En plena Ruta del Císter, en la localidad del Pla de Santa Maria, podemos hacer la Ruta de la Capona, con buenos ejemplos de este patrimonio rodeado de campos de cultivo, principalmente viñedos. Es un camino prácticamente plano, de algo más de dos kilómetros, que se puede recorrer a pie o en bicicleta. Además de barracas encontraremos márgenes y construcciones destinadas al aprovechamiento del agua de lluvia. En el año 2018, la Unesco inscribió la arquitectura y cultura de la piedra seca en la lista del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.