Continuamos hasta la Casa-Museo de Domènech i Montaner, uno de los grandes arquitectos modernistas, en Canet de Mar. Es una maravilla ver las maquetas de algunas de sus obras más emblemáticas, como el Palau de la Música o el Hospital de Sant Pau. En uno de los cafés del pueblo probamos las vidrieras modernistas, unas curiosas pastas de té que nacieron a iniciativa de los pasteleros locales. Seguimos hasta Arenys de Mar, la otra Villa Marinera del Maresme. En su puerto pesquero, entre los más importantes de Catalunya, se celebra todas las tardes una pintoresca subasta en la que podemos ver las apreciadas gambas que luego formarán parte de la carta de importantes restaurantes. En Arenys de Mar nos acercamos a una curiosa forma de modernismo, la del cementerio de Sinera, lugar que Salvador Espriu elevó a la categoría de poesía. Si se busca otra perspectiva de la localidad, desde el puerto parten embarcaciones que realizan rutas guiadas por el entorno natural para disfrutar del paisaje, del fondo marino y de las aves pelágicas. También hay la posibilidad de hacer la navegación nocturna, para observar las estrellas y escuchar historias mitológicas.
La historia de los empresarios que hicieron fortuna con la industria textil, como vimos en la visita a las colonias del Ter, se ve reflejada en casas como la Coll i Regàs de Mataró, nuestra siguiente parada. En la capital comarcal también visitamos la Nau Gaudí, la primera obra del arquitecto hoy convertida en museo de arte contemporáneo. Dedicamos una parte de la tarde a ir de compras, sin olvidarnos de algunas cajas de neules, un postre crujiente típico de las fiestas navideñas, tanto de las clásicas como las rellenas de crema catalana y de catanias.