Hemos visto que la Val d’Aran es un lugar de profundas supersticiones, de fiestas de fuego que son Patrimonio Inmaterial de la Humanidad y de artesanos que pasan las horas confeccionando cerámica, forja y embutidos como el fuet, que aquí se conoce como langoisa seca. El día empieza con las visitas a las localidades de Arties, con notables casas renacentistas en su casco antiguo, y de Salardú, donde vemos una de las joyas del románico aranés, Sant Andrèu, iglesia con una torre octogonal, destacados frescos murales y su Cristo de madera. También es posible hacer el recorrido entre Arties y Salardú en E-BTT, bicicleta eléctrica de montaña. Hay otras opciones para ir al encuentro de la idiosincrasia del valle, como los cercanos pueblos de Escunhau, Bagergue o Tredós, pero creemos que los paisajes de la zona son una invitación a recorrerlos a pie, pausadamente, así que optamos por hacer otra sencilla excursión. Si se busca un poco más de relax, se puede optar por la visita a los Banhs de Tredòs, el establecimiento termal a más altitud de Europa, con una situación privilegiada en plena naturaleza.