La mañana discurre sin prisas navegando en kayak por ese acuífero formado hace más de 250.000 años. El silencio de nuestra embarcación a remos nos permite avanzar sin asustar a las garzas, cigüeñas y ánades, que atienden sus quehaceres sin que parezca importarles nuestra presencia. Tras la navegación nos acercamos a una de las pesqueras que salpican las orillas del estanque. Estas pintorescas construcciones de los siglos XIX y XX ejercieron como almacén para los aperos de pesca y como casetas de baño para la rica burguesía local. Para emular a aquellas elegantes damas y señores decimonónicos, aprovechamos para darnos un chapuzón en una de las áreas habilitadas para ello.