Cambiamos de valle para seguir recorriendo el corazón de los Pirineos, trasladándonos hasta la Val d’Aran. Un tercero parte del territorio está por encima de los 2.000 metros y la orientación atlántica influye en la tipología de los bosques y en la fauna pirenaica. Sus pueblos, con casas de piedra alrededor de una iglesia, son el punto de partida para excursiones por barrancos, ríos y verdes praderas. La escarpada orografía de la Val d’Aran siempre mantuvo un poco al margen a sus habitantes, lo que acentuó unas particularidades sociales y culturales que han llegado hasta nuestros días. Entre ellas una gastronomía rotunda, una lengua propia —el aranés—, y esa arquitectura románica que aquí es tan particular. No es fácil escoger entre las más de treinta iglesias de la zona, destacamos la intimidad de Era Mair de Diu dera Purificacion, en Bossòst, y la coqueta Santa Eulària d’Unha, ambas levantadas en el siglo XII.